Texto e imágenes: Manena Munar.

Desde sus principios, el pueblo hebreo fue errante, el viaje ha sido parte de su idiosincrasia. El conocimiento adquirido en los muchos lugares por los que pasaron y la tradición oral que les ha permitido pasar su testimonio de generación en generación, es parte de la sabiduría que les afama de antaño como expertos en ámbitos comerciales, científicos y humanísticos… De hecho, antes de su expulsión, cuando prácticamente la mayoría de la población cristiana era analfabeta, los señores confiaban a los judíos las transacciones comerciales y la administración de su tierra. Eran considerados patrimonio del rey, por lo que vivían dentro de las murallas reales.

 

 

Aunque desperdigados por el mundo mantienen su identidad como nación global. Escuchan sus baladas, cocinan sus sabores y pasan sus leyendas desde España, hasta Estambul, Buenos Aires, Londres, o Nueva York. Su primer viaje está escrito en La Hagadá de Pésaj, sufrieron desgraciadamente el viaje a ninguna del genocidio nazi. Siempre con la maleta preparada hubo y hay grandes viajeros entre la comunidad. Uno de los más notables fue el escritor judío navarro Benjamín de Tudela, que en el siglo XII recorrió doscientas ciudades de Europa y Oriente llegando a ser uno de las figuras históricas de mayor relevancia de la España sefardí medieval.

«¿Qué va a ser de mí? En tierras extranjeras me voy a morir», recitaba el cantar popular de aquellos judíos expulsados de España en 1492, los sefardíes. ¿Dónde está su testimonio cultural, gastronómico, vital?

 

Un camino diferente

El testimonio cultural sefardí está por toda España. Interesantísimo es recorrerla visitando las juderías y aprendiendo lo mucho que supuso la estancia hebrea para el país. El capítulo profundo y largo de un pueblo que dejó a su paso historia, símbolos, anécdotas, cultura y tradición. Por poner un ejemplo, el viaje por las juderías gallegas es altamente recomendable pues fue lugar de refugio cuando una vez más errantes tuvieron que abandonar el sur de España debido a la intolerancia almohade. En tierras gallegas, alejadas de los centros de poder, se encontraron en paz, al menos por una temporada.

En la recuperación del universo hebreo por tierras galaicas imprescindible es dejarse llevar por sus aromas y sabores. La faceta gastronómica que les ha unido en su vida se recoge en Sabores de Sefarad,  el libro de Javier Zafra editado por Red de Juderías. Una auténtica joya cuyas páginas descubren esos secretos culinarios pasados de madres a hijas que suponen mucho más que un libro de cocina. En las recetas está implícita la transmisión de la cultura hebrea, sus señas de identidad, como pueda ser el Shabat, y la explicación del por qué de la comida kosher.

Monforte de Lemos

Si de gastronomía se trata, lo mejor para empezar el viaje es probar las delicias sefardíes del restaurante del Parador Nacional de Monforte de Lemos, antiguo castillo del conde homónimo. En su menú sefardí están incluidos burekas de patata y ajonjolí, crema de lentejas y queso fresco, carré de cordero asado al romero y una crema fría de alfóncigos de postre. Todo ello regado por los vinos de la Ribeira Sacra. Vinos que luchan por sacar lo mejor de los valientes viñedos escalonados en bancales y cultivados por gente recia que quiere transmitir a los suyos los mejor de esa tierra sacra, como es el caso de Fernando González, propietario de la bodega Algueira. Para observar los viñedos está el palco preferente del Mirador Duque y el Embarcadero del río Sil. Para aprender sobre ellos, no hay que perderse el Centro Viño Ribeira Sacra.

 

 

Aunque hay testimonios judíos distribuidos por toda la ciudad. En la antigua Falgueira, hoy calle de la Cruz, se encontraban callejones con nombres de los gremios, calle de las Zapaterías, Pescaderías… según cuenta el historiador Felipe Aira Pardo, autor del libro Judíos y Conversos de Monforte de Lemos.
Entrar en el llamado Escorial Gallego, el Colegio de Nuestra Señora de la Antigua, bajo la sapiencia de Felipe Aira Pardo, es todo un privilegio. Con él no se escapa nada de este conjunto monumental construido a finales del S.XVI por el Cardenal Rodrigo de Castro cuyo museo guarda entre otras maravillas dos oleos del Greco y cinco tablas de Andrea de Sarto, mientras que en el retablo de nogal, obra de Francisco de Moure, se observan detalles curiosos como la circuncisión del niño Jesús.

Ribadavia

Ribadavia y el vino ribeiro están íntimamente unidos, como bien testimonia el Museo del Vino de Galicia. En esta fusión mucho tuvo que ver la comunidad judía que se encargó de exportar el vino a Europa. Ribadavia fue uno de los más importantes enclaves judíos del noroeste de España. Lo explica Antonio Míguez, Jefe del Área de Turismo del Ayuntamiento, paseando por el Museo Sefardí de Galicia, que da a conocer la importancia hebrea en tierras galas. Se documenta la existencia de la Sinagoga, igual que está presente el trazado medieval del barrio judío entre la plaza mayor y la muralla. No hay que obviar el Castillo de los Condes de Ribadavia, que fue una de las mayores fortalezas medievales, ni la Iglesia románica de San Juan, de la que sobresale una simbólica estrella de Salomón.

Estrella que también cuelga de la alhacena de uno de los lugares más encantadores de Ribadavia, Tafona da Herminia, sita en una esquina de la antigua judería, donde todo el que pasa sucumbe a sus aromas y entra a comprar las pastas. Herminia, la dueña, una mujer donde las haya, tiene abundante pelo blanco y dibuja una sonrisa llena de ternura y picardía. Por bazas del destino comenzó allá por 1990 a hornear dulces judíos en ese horno de leña que nunca sofoca, convirtiéndose en una referencia de Ribadavia y en una dulce obligación para todo aquel que llega al enclave orensano, del que no puede irse sin probar melindres y mamules de frutos secos y agua de azahar, entre otras delicias de los muchos recetarios que le han ido enviando a la famosa Herminia, judíos de todas partes del mundo.

 

Herminia, dueña de la «Tafona da Herminia», donde hornea dulces judíos.

Aún con el saborcito del azahar en la boca continúa la jornada gastronómica gracias a la cata y exposición del vino en el Museo Etnológico a cargo de Jorge Vila, director de la Galicia Wine Academy, y a un excelente menú sefardí que prepara el Restaurante Sábrego, vecino del museo y parte de las bodegas y hotel de turismo rural Casal de Arman,  situado en un hermoso enclave con vistas a las viñas y al verde paisaje gallego. Y qué mejor fin de fiesta que un relajante baño nocturno en una de las muchas termas que afaman a la provincia de Orense como destino termal, las de Prexigueirorodeadas de bosques e iluminadas por la luna asomando entre las ramas.

Tui

Dejar las maletas en el Hotel A Torre do Xudeo, no sin antes echar un vistazo desde sus ventanas a la panorámica del río Miño, y dar un paseo nocturno hasta la Catedral de Santa María de Tui, es un sueño. Las callejuelas medievales de la ciudad desembocan en el máximo exponente de la riqueza artística de la ciudad que iluminada en ámbar el anochecer, impresiona. El complemento culinario de la noche es un desfile de productos gallegos en el restaurante O Novo Cabalo Furado.

A la Catedral hay que volver a la luz diurna, y si es posible con la compañía del historiador Suso Vila, autor de Judíos, Conversos e Inquisición en Tui, quien abre el recorrido con el testimonio judío que guarda la Catedral, reflejado en esa menorah que seguramente justifica la donación hebrea para la construcción del claustro donde se encuentra. Suso ilustra con amplia documentación la presencia hebrea en Tui, visitando lo que fue la antigua Sinagoga, la casa de Salomón, y haciendo hincapié en la vital importancia de los judíos en oficios de sederos, tejedores, zapateros, y de artesanos, especialmente los plateros.

El Museo Diocesano, situado en el antiguo Hospital de Pobres y Peregrinos guarda los tristemente célebres Sambenitos. Solo mirarlos sobrecoge y de sus telas se desprende el negro oficio de la Inquisición cuando expulsados los judíos en 1492, aparecen los conversos, la mayoría de gran poder económico y social que se convirtieron o hicieron ver que se convertían para no dejar su tierra, su casa. La desconfianza alentada por la Inquisición estaba a la orden del día. El vocablo relajar era una forma suave de expresar cómo terminaban en la hoguera aquellos sospechosos de falsos conversos. Los Sambenitos se colgaban las iglesias aludiendo al apellido del confeso ficticio para que a ningún parroquiano se le ocurriera hacer migas con los familiares del siniestramente relajado.

 

 

El estanco de Alonso es otro ineludible donde aspirar las sensuales especias que guarda celosamente en la alcancía, antes de ir a probar la controvertida lamprea en el restaurante La de Manu que mira al rio e incluso alcanza la portuguesa Valença do Minho mientras saca a la mesa la cazuela del plato típico y preciado de Tui, regado por un buen albariño de la zona.

@ManenaMunar