Es bien conocido por todos el episodio de Esaú, quien, por un guisado de lentejas había entregado la primogenitura a su hermano Jacob, instigado por Rebeca, la madre (¡mame maine!, madre mía en idish) de ambos. En este episodio fundacional de la historia religiosa y cultural del Judaísmo, se revela el juego de contraposición de las personalidades de dos hermanos: la simplicidad y llaneza de Esaú frente a la astucia y apacibilidad de Jacob. Pero, un aspecto poco explorado del relato es que es la primera vez que se ve cómo han influido las artimañas (culinarias, por cierto) de una de las primeras idishe mame de la historia: a continuación del guisado de lentejas, Rebeca cocinó sabrosamente unos cabritos del rebaño de Jacob, su hijo preferido, para que Isaac, el padre, le otorgara todas las bendiciones y la herencia.

Volviendo a la cocina las lentejas eran consumidas desde el principio de los tiempos. Su cultivo remite al nacimiento de la agricultura, que en nuestra tradición se asocia a los trabajos de Caín, personaje bíblico que dio muerte a su hermano Abel. Cabe señalar que, como lo explican las fuentes de Sabiduría religiosa,  tras la muerte de Abel, sus padres, Adam y Eva, comieron lentejas durante el período de luto.

En tiempos bíblicos, las lentejas eran el segundo de los alimentos más consumidos (el primero era el trigo) En la Torá, aparecen mencionadas en varias ocasiones. En algunos casos las lentejas son referidas como guisado, que era una comida de a diario, cocinada con vegetales, especias y agua y, por tanto, de escaso valor gastronómico(Gen. 25:29, Lev. 6:27) También son referidas como harina, utilizada en la elaboración de los primeros panes “multicereal”de la historia (Ezequiel, 4:9) Además, luego de machacadas y sazonadas con miel y sésamo fueron una de las primeras “delicatessen” de nuestra cocina “regia”: con ellas se preparaban los ashishim, tortas finas de lentejas, sésamo y canela, que se freían y se endulzaban con miel y que eran degustadas en los banquetes del Rey Salomón (Cantar de los Cantares, 2:5)

Según la tradición religiosa, las lentejas simbolizan el ciclo de la vida, circular y perfecto, rueda de ida y vuelta de este mundo, donde todo pasa y en la que a veces uno se encuentra arriba o abajo. Como las lentejas no tienen entradas o “bocas”, son asimiladas a la persona que guarda luto, quien ha de permanecer en silencio. Paralelamente, son consideradas, junto a otras legumbres y frutas, símbolos de fertilidad y en algunos países se sirven en ocasiones alegres, como el inicio de año (Rosh ha Shaná) o en el “desayuno” (segunda comida) del Shabat, del que hablaremos en otra ocasión.