El Shabat es un concepto central para el pueblo judío. En los primeros Diez Mandamientos se enuncian sus motivaciones: «Te acordarás del día del reposo (Shabat) para santificarlo. Seis días trabajarás y harás en ellos toda tu labor, pero el día séptimo, sábado, lo consagrarás al Eterno tu D’s, y ese día no harás labor alguna… porque en seis días hizo el Eterno el cielo, la tierra… y descansó el día séptimo, por eso bendijo el día sábado y lo santificó» (Éxodo 20:8-12).
La celebración del Shabat ha contribuido a mantener vivas la fe y las creencias del pueblo judío. El Shabat como experiencia espiritual e integradora propicia el contacto con las fuentes de sabiduria religiosa, la restauración física, anímica, moral y espiritual de las preocupaciones cotidianas y las adversidades, y libera de las ataduras del mundo material con el que convivimos (el teléfono, la televisión, los odenadores, el coche, etc.)
Pero el respeto del Shabat también ha desencadenado hostilidades y rechazos de otros pueblos. Las costumbres y los rituales del Shabat eran signos de diferenciación cultural y religiosa: no trabajar y descansar durante un día determinado; alimentarse abundantemente y con lo mejor que se podía disponer; compartir en familia momentos de alegría, placer, diálogo y reflexión y asistir a la sinagoga para rezar y estrechar los lazos comunitarios.
El Shabat ha sido y es una contribución revolucionaria a la cultura y la vida cotidiana de la Humanidad. Observado solo por los judíos, fue el único día de descanso igualitario (de seres animados e inanimados1) y dignificó el trabajo como un derecho humano, conocido durante muchos siglos. Con el transcurso del tiempo, diferentes pueblos y culturas reconocieron su valor e incorporaron la práctica del descanso semanal, a la vez físico y espiritual.
En honor al Shabat, nos conectamos con la espiritualidad más profunda, con el dominio del aspecto material de la vida, con los sentidos y deseos y con la disposición a la convivencia familiar y a la participación comunitaria.

1Hombres libres, sirvientes y esclavos, animales y objetos al servicio de los hombres.
Por Débora Chomski