Saborear la infancia. Escribir las memorias con todos los sentidos. Adivinar por los olores lo que se esta cociendo y sentir que se hace agua en la boca durante la espera. Si, la sabia espera de masas que leudan a su ritmo y de panes que una vez hechos crujirán entre nuestros dedos por los vapores del horno y otros secretos.

Mientras, a un costado, los niños de la casa juegan con las cucharas de madera como espadas y el antiguo mortero.Entre las bandejas y los lienzos dispersos, entre las masas y los pasteles crudos y cocidos, los ladrillos ahumados de las paredes y los calores del horno compensan el frío del invierno o nos sumergen más aún en el bochorno veraniego.

Entonces, mientras se ríe y se sueña con mundos azules, el aire se viene tiñendo con los aromas de vainilla y canela que anuncian la hora de las galletas. Y luego, las manitas de los niños sobre las galletas. Una a una, son acomodadas sin forzar en los frascos de vidrio reservados para almacenar o repartir.

En este Día Europeo de la Cultura Judía se conmemora el recuerdo y su testimonio. Los abuelos, los padres y los niños que hemos sido se han conjugado en este espacio y protagonizan entrañables relatos y recuerdos. Vidas de ayer que continúan persistiendo y dan alas a la historia. Porque recordar es, en definitiva, volver a vivir.

Por Débora Chomski