Claudia Roden, experta internacional en historia de la cocina judía y autora de numerosas publicaciones sobre cocina mediterránea en varios idiomas, es “madrina” de nuestro espacio. Sobre las comidas de la infancia cuenta:
«Tuvimos un cocinero del Alto Egipto, llamado Awad. Vivía en el tejado de la casa donde vivimos en El Cairo. Era un campesino cuando llegó para trabajar en nuestra familia, -antes de mi nacimiento-, de manera que aprendió a cocinar de mi madre y otros familiares. Tres de mis abuelos eran de Aleppo, en Siria, y una abuela era de Turquía. Así que el tipo de comida que teníamos en mi familia era una mezcla de cocina siria, turca y egipcia, así como francesa, que era lo habitual en esta época en Egipto, e italiana, puesto que nuestra niñera, que era una eslovena de un pueblo de la región de Friuli en Italia, cocinaba para nosotros cuando éramos pequeños.

Cuando mis padres tuvieron que marchar de Egipto después de la guerra de Suez en 1956, se asentaron en Londres. Mi madre cocinaba los mismos platos que tuvimos en Egipto. Cada viernes, todos nosotros, mis dos hermanos y yo, al igual que nuestros hijos, tuvimos la cena de Shabbat en casa de mis padres. Mi madre normalmente hacía pollo sofrito con cebollas, ajo y limón, añadiendo pequeñas patatas salteadas a la salsa, o pollo con garbanzos, limón, ajo y cúrcuma. Siempre hacía arroz blanco, y al menos un plato de verduras, como judías verdes frescas (o congeladas) con corazones de alcachofas o guisantes, y una ensalada.

Para Janucá hacíamos zalabia -buñuelos bañados en sirope de azúcar. Para Pésaj, mi madre hacía haroset de dátiles y pasas. Hacía kobebah hamdah – bolitas de arroz molido rellenos de carne y cocidos en un caldo cítrico con puerros y apio. Tuvimos cordero rustido y arroz con pistachos y almendras, y pasteles con almendras molidas o avellanas.»

Por Débora Chomski