A principios del siglo XIII se documenta por primera vez un asentamiento judío en Cáceres, al ser conquistada la ciudad por Alfonso IX en 1229 que otorga un fuero a la ciudad, el Fuero de Cáceres, que dos años después ratifica Fernando III, En este documento, que aún se conserva en el Ayuntamiento, se dedicaban ocho capítulos a los ciudadanos judíos. El fuero tenía un tratamiento bastante favorable a los sefardíes que residían en la ciudad y les otorgaba derechos como el de participar en el mercado o el de probar su inocencia jurando sobre la Torá en la Sinagoga.
Pero es más que probable que este no fuese el principio de la Cáceres sefardí: en el pequeño y encantador Museo de Yusuf al Burch, los baños del sótano son para algunos un antiguo mikve -otros historiadores los califican como árabes y algunos incluso defienden que podía haber tenido un uso común- que, puesto que se data alrededor del año 1.100, ubicaría una comunidad judía en la ciudad más de un siglo antes de la reconquista.
Lo que se puede asegurar sin ninguna probabilidad de error es que desde la promulgación del Fuero la ciudad contó con una presencia judía durante más de 250 años, llegando a ser una comunidad importante que dejó una huella que aún se puede rastrear en la ciudad actual, especialmente en la que fue la primera judería de Cáceres: lo que hoy en día es el barrio de San Antón.
La comunidad creció durante años de relativa calma y también con la llegada de sefardíes que huyeron de otras partes de España, especialmente Andalucía, cuyas juderías sufrieron mucho durante la revuelta antijudía de 1391. Algo similar ocurrió en otras juderías extremeñas, ya que durante ese año fatídico la región se mostró como una de las más tolerantes y pacíficas de España.
Así, incluso a través de un siglo XV en el que arreciaron las prohibiciones, la judería de Cáceres vivió el que probablemente fue su mejor momento y se fue convirtiendo en una de las más importantes de Castilla, como demuestra que en 1474 se recaudasen en impuestos 8.200 reales, tal y como cuenta el Repartimiento hecho a los judíos del Rabí Jacob Aben Núñez, juez mayor de los judíos durante el reinado de Enrique IV de Trastámara, que consigna en ese documento la parte que cada comunidad debe aportar de la fantástica suma total que los sefardíes pagaron en aquel año al rey de Castilla: nada más y nada menos que 450.000 maravedíes.
Además de esa presión fiscal, que incluso llegó a provocar que en 1477 un grupo de judíos cacereños se reuniese con la reina Isabel la Católica para pedirle un reparto más justo de la carga impositiva, la comunidad sefardí de Cáceres vio como en 1470 se les expulsaba de la que había sido su judería durante dos siglos y medio, siendo obligados a partir de entonces a vivir más allá de la protección de la muralla. Pocos años después, en 1478 se les agrupa en una segunda judería en los alrededores de la Plaza Mayor, en la que hasta 1492 vivieron unas 130 familias, es decir, unas 700 personas del total de entre ocho y diez mil habitantes que tenía la ciudad.
La Cáceres judía hoy
Más de cinco siglos después, aún es posible sentir la presencia de aquel Cáceres sefardita, especialmente en lo que hoy se llama la Judería Vieja y que también es el Barrio de San Antón, precisamente por la ermita que ocupa el solar en el que estaba la sinagoga.
La pequeña ermita en el lugar de lo que no debió ser una gran sinagoga y, en general, toda la vieja judería transmite una belleza modesta, recatada, de casas pequeñas encaladas, muy distintas de los grandes palacios de sillares de piedra que abundan en el resto del recinto amurallado. Una belleza de callejones estrechos como el de Don Álvaro, por el que salir del barrio al amanecer y entrar al anochecer -los judíos estaban obligados a pasar la noche en la aljama incluso aunque tuviesen sus negocios fuera de ella- casi sigilosamente, sin llamar la atención.
San Antón nos habla de una comunidad que no quiere hacer ostentación de su bienestar y prefiere pasar desapercibida, en su pequeño rincón de la ciudad, pegado a la muralla, que ahora se llena de orgullosas Estrellas de David y tiene el encanto de lo auténtico, de lo que ha resistido a través de los siglos. Como el Arco del Cristo, que aún conserva sus sillares romanos y es la puerta más antigua de la muralla, por la que muchos sefardíes debían entrar y salir todos los días. Se cree, además, que al otro lado del pequeño barranco formado por el Arroyo de la Ribera debe encontrarse un cementerio judío que nunca ha sido hallado, pero que quizá espera aún a su arqueólogo. Precisamente muy cerca de este arco está otro lugar imprescindible de la Cáceres sefardita: el Huerto de la Judería, se dice que parte de la casa de una importante familia que tenía su hogar justo al pie de la muralla. Hoy, un delicioso jardín recuerda y homenajea a aquellos cacereños que tuvieron que dejar su ciudad y su amada Sefarad.
Al otro lado del Cáceres monumental está la Judería Nueva, a la que se puede entrar a través de otro arco, este aún más modesto, que une la Plaza Mayor con la calle Paneras. Este asentamiento tan provisional -estuvo ocupado sólo durante catorce años, si bien algunos judíos decidieron quedarse al dictarse la expulsión en 1492- contó también con su sinagoga, justo en el solar en el que poco después, pero ya en el siglo XVI, se construyó el espléndido Palacio de la Isla, una joya renacentista. Y también hubo, en algún momento, viviendas de familias judías junto a un tercer arco, el de la Estrella en la Plaza Mayor. En todos estos lugares se pueden encontrar ahora las marcas de la Red de Juderías de España, símbolos de cómo Cáceres quiere recuperar, ahora sí con orgullo, ese hermoso pasado sefardí.
Ruta por las Juderías de Cáceres
Cáceres, Ciudad Patrimonio de la Humanidad, enamora con la belleza de sus juderías. Calles estrechas, flores que alegran los balcones de casas encaladas y luminosas, enmarcan la nobleza monumental de esta ciudad milenaria.
Diario de Viaje
Dos juderías en una ciudad monumental… El periodista Carmelo Jordá nos lleva de viaje por Cáceres siguiendo su herencia judía en «Buscando Sefarad en Extremadura: diario de un viaje por las juderías extremeñas».