Texto e imágenes: Nani Arenas
Hay en el noroeste de España destinos que nos recuerdan el pasado judío de la península ibérica, y varias las localidades donde esa huella hebrea se conserva en buen estado. Al recorrer las callejuelas estrechas de las llamadas “juderías” (barrios donde habitaban concentrados quienes practicaban esta religión), aparecen símbolos, grabados, detalles y ornamentos que nos invitan a viajar en el tiempo. Ese es el objetivo de esta ruta por algunas localidades cargadas de historias, leyendas y anécdotas que nos permiten profundizar en la riqueza de un legado que, cuando lo conoces de cerca, te conquista. Un viaje cultural de una semana por Ribadavia, Monforte de Lemos, León y Oviedo en el que disfrutar de lo mejor que estos lugares nos ofrecen.
Entre las localidades del noroeste donde mejor se aprecia la huella de esta cultura hebraica cabe destacar Ribadavia, en la provincia de Ourense, en Galicia. El viaje hasta allí ya nos advierte de que estamos en un lugar especial. Estratégicamente situada a orillas del río Avia, es esta una zona rica, fértil, verde, famosa por los vinos de Ribeiro que se producen en los alrededores.
Cuentan las crónicas de la época que en Ribadavia hubo una comunidad de más de 1.500 judíos (aunque los historiadores aseguran que fue mucho menor). Llegaron a estas tierras allá por los siglos XII y XIII, y se quedaron, en primer lugar, por las posibilidades que brindaba el lugar y, en segundo y muy importante lugar, por la buena aceptación de la sociedad gallega ante su cultura. Hecho que, lamentablemente, se truncó a partir de 1595, cuando la Inquisición empezó a perseguir a los judíos de Ribadavia y de otras villas gallegas.
Con los antecedentes claros, el paseo por la judería de Ribadavia resulta más interesante. La vieja judería conserva ese entramado laberíntico, formado por callejuelas estrechas de aires medievales, llenas de detalles que nos recuerdan donde estamos: estrellas de David esculpidas en fachadas, menoráhs, letras en hebreo… y costumbres milerarias que han aquí sobrevido al paso del tiempo, como, por ejemplo, las recetas de la Tahona de doña Herminia, uno de los pocos lugares de España donde degustar dulces elaborados con auténticas recetas hebreas tradicionales, y una de las visitas obligadas en Ribadavia.
La promotora es doña Herminia, quien ha transformado el arte de hacer pasteles judíos en un modo de vida. No dejes de charlar con ella, quien te contará encantada la historia que esconden sus productos. Y el trabajo que hay detrás de cada uno de ellos, horneados cada día por la propia doña Herminia, quien se levanta, todos los días, a las 3 de la mañana para preparar todo. Su tahona abre solo hasta que se agotan existencias, así que no dejes la visita para última hora.
Con el sabor dulce en el paladar continuanos el paseo por los alrededores de la plaza de Magdalena, donde la audioguía (que ofrecen en la Oficina de Turismo para hacer el recorrido) me advierte de que aquí estuvo en su día la sinagoga. Pero mi acompañante virtual también me marca que el eje central del viejo entramado hebraico lo marca la calle Merelles de Caula, la cual parte de la agradable Plaza Mayor que, por cierto, es el mejor punto en el que empezar el paseo. Aunque, si tengo que elegir una calle de Ribadavía, quizá me quedo con la Porta Nova de Arriba y la de Abaixo, que confluyen en la Porta Nova, la cual aún conserva un peculiar aspecto almenado. Y recuerda a quienes la contemplan que este era el acceso obligado a la localidad.
A estas alturas del paseo, quizá la curiosidad por la cultura judía ya haya hecho mella: entonces, estamos de suerte. He empezado este viaje en Ribadavia porque aquí también se ubica el Centro de Información Judía de Galicia, buen lugar donde documentarse. Para visitarlo, hay que entrar en el Castillo de los Condes de Ribadavia, donde también se ofrece una audio-guía que señala un recorrido por las ruinas de este monumento barroco, originario del siglo XV y símbolo del poder de la familia Sarmiento, señores de Ribadavia.
Por supuesto, la mejor forma de rematar la visita es sentándose en la Plaza Mayor, y disfrutando de un vino de la zona. Y de una buena cena con el pulpo como plato principal. Sí, es curioso. Aunque Ourense no tiene mar, presume de ser la provincia de Galicia donde se consume el mejor pulpo. Doy fe de la certeza de esa leyenda popular.