Ya en la Sagunto romana se puede asegurar que había una presencia judía: así lo atestiguan dos láminas de plomo encontradas en el castillo en las que aparece el nombre de Dios –Iao– en caracteres hebreos. Se trata de la prueba más antigua que ubica la existencia de una comunidad judía en toda España, ya que se ha datado a finales del siglo I o principios del II. Los expertos aseguran que, probablemente, estemos hablando de parte de la diáspora tras la destrucción del Templo, que habría llegado a Sagunto como a otras ciudades del Mediterráneo.
De nuevo hay pruebas de la existencia de un barrio judío durante la dominación musulmana, pues que aparece como tal en el Llibre del Repartiment, en el que Jaime I consignaba los bienes que se iban a repartir entre los triunfadores -y si efectivamente se había hecho o no ese reparto- en la reconquistar el Reino de Valencia.
Sin embargo, los primeros judíos de los que ha quedado prueba documental de su presencia en Sagunto con nombres concretos son cuatro familias que se instalan en la ciudad tras la reconquista: Muza, Abrafim Benefia, Jucef Abufach y Açach Avenrós, que no obstante se cree que ocuparon casas de judíos que habían emigrado al caer la ciudad en manos musulmanas. Estas familias contaban con privilegios reales y en los años posteriores llegarían otras familias alentadas por nuevas donaciones. Por ejemplo, está registrada una concesión real de 1273 por la que se cedían a Jucef Avinxaprut los baños de la villa, por los que debía abonar 200 sueldos al año.
Fue esta una época de bonanza para los judíos en la Corona de Aragón y también en Sagunto. Eran vasallos del monarca y casi todos los bailes -los funcionarios que encargados de administrar los bienes de titularidad real- de la ciudad eran sefardíes. Se conservan aún los nombres de varios de ellos: Salamó Bahya, del clan zaragozano Alconstantini, Salamó de la Cavallería, Jucef Abençaprut o Samuel Abenvives.
Durante este siglo de bonanza, la judería fue creciendo y se convirtió en una de las mayores del Reino de Valencia, sólo por detrás de las de Valencia, Játiva y Castellón. Una dinámica que se mantuvo en la primera mitad del siglo XIV, pero que terminó bruscamente a raíz de dos acontecimientos prácticamente simultáneos: la peste de 1348 y el asalto y saqueo de la judería durante la Guerra de la Unión, en la que fueron asesinados muchos miembros de la comunidad. Además, pocos años después los judíos fueron expulsados de Sagunto en mitad de la llamada Guerra de los dos Pedros, entre Castilla y la Corona de Aragón.
Sin embargo, en 1366 la corona concede de nuevo ciertos privilegios y los judíos saguntinos vuelven a la ciudad. La siguiente fecha clave es, por supuesto 1391, momento en que la aljama de Valencia es arrasada y los sefardíes de Sagunto, junto a algunos que habían logrado escapar de la capital, pasan un año refugiados en el castillo.
El final de siglo fue muy difícil, pero durante la siguiente centuria por lo general la aljama saguntina remonta el vuelo: recibe más privilegios reales, a habitantes llegados de otras juderías cercanas y acaba convirtiéndose en la más poblada del Reino de Valencia, si bien es cierto que había ya poca población judía en toda Valencia.
Finalmente, el último y triste episodio de la judería de Sagunto es la expulsión: los sefardís abandonaron la ciudad a través del puerto, con rumbo a Nápoles y Pisa y acompañados por los de otros del reino como Castellón y Játiva, y también por los aragoneses de Teruel, Ariza, Épila, Daroca, Albarracín, Belchite y Huesca. La población judía era entonces casi un tercio del total de la ciudad, y la expulsión fue un golpe muy duro para la economía local, al contrario de lo ocurrido en el resto del Reino de Valencia, donde el porcentaje de población hebrea era muy bajo.
La judería de Sagunto
A través de la llamada Puerta de la Sangre o Portalet de la Judería se entraba -y se entra- en lo que fue la Aljama de Sagunto. La Puerta es el único resto que se conserva de una cerca que levantaron los sefardís para su propia seguridad, en 1321 y, por supuesto, con permiso concedido por el Rey. A partir de esta puerta, un sencillo arco de medio punto, se entra en una parte de la ciudad que conserva, prácticamente intacto, el trazado urbano que tenía cuando era la mayor aljama del Reino de Valencia, con sus calles estrechas y llenas de encanto.
Una de las principales edificaciones del centro histórico de la ciudad, justo frente a la entrada principal de la ciudad, es la casa de la aljama, conocida como Casa de los Berenguer porque estuvo unida a esta familia de la nobleza valenciana. Durante parte de la Edad Media esta casa fue la residencia del clavario de la aljama, el responsable económico de la comunidad. Junto a ella estaría la sinagoga, hoy desaparecida pero con la que compartía un muro, que era el de un templo de Diana, nada más y nada menos que anterior al asedio de Aníbal. Y justo debajo de lo que era la sinagoga está otro de los tesoros del Sagunto sefardí, un mikve extraordinariamente bien conservado -no ha sido reutilizado ni rehabilitado nunca- en el que se conservan las escaleras de acceso, el espacio de baño ritual e incluso la entrada del agua.
Otro de los restos sefardíes más importantes no estén en el interior de ese barrio perfectamente delimitado, sino en la ladera del castillo, en la que encontramos una necrópolis judía que está sin duda entre las más importantes de España. Destaca por la variedad de tipos de enterramiento que se pueden encontrar: hipogeos -bóvedas excavadas bajo la superficie-, fosas rupestres y fosas laterales, enterramientos en tierra y hasta panteones.
El cementerio, que tiene cerca de cinco hectáreas, ha permitido recuperar también túmulos y diversos objetos que en su mayoría se exponen en el Museo Epigráfico del propio Castillo. Por su parte, otros objetos importantes -como las dos láminas de plomo con inscripciones- se exponen en el Museo Histórico, que ocupa un edificio construido a principios del siglo IV por la familia judía de los Legem para servir de carnicería.
Ruta por la Judería de Sagunto
Sagunto fue tierra anfitriona de los viajeros hebreos que llegaron buscando una vida pacífica y próspera. Tierra fértil y de cielos soleados que invitan a pasearse por sus calles llenas de encanto durante todo el año. La visita se perfuma con aroma a naranjas valencianas que besan el trazado intacto de su aljama judía.
Diario de Viaje
Un grupo de destacados periodistas de viaje españoles ha recorrido las ciudades de la Red de Juderías de España, siguiendo su herencia judía y descubriendo una experiencia de viaje intensa y llena de momentos y sensaciones. El fruto de aquellos viajes son sus Diarios de Viaje, reportajes de gran valor literario y gráfico que aúnan la experiencia personal de cada autor con la información más práctica para el viajero, y que se convierten, así, en excelentes formatos de inspiración para todos aquellos viajeros que quieran, como estos periodistas, sentir y descubrir Sefarad.