Ya en el concilio de Elvira, celebrado en fecha incierta pero en el primer cuarto del siglo IV, se menciona Ávila como uno de los lugares de la Hispania romana en los que se podía encontrar una comunidad judía.
Curiosamente, una vieja y conocida leyenda también situaría una presencia hebrea en Ávila en ese momento, si bien a través de una historia peculiar: que había sido un judío el que habría construido la primitiva basílica de San Vicente -en el mismo lugar que el actual bellísimo templo románico- al convertirse tras haberse salvado milagrosamente de la mordedura de una serpiente que le había atacado mientras se reía del martirio de los santos Vicente, Sabina y Cristeta, a los que está dedicado el templo.
Tras la invasión musulmana la ciudad atraviesa multitud de vicisitudes, quedando incluso despoblada en algunas ocasiones ya que estaba en un terreno en disputa entre los reinos cristianos y los musulmanes, lo que suponía una situación de permanente inseguridad. Así fue hasta que en 1085, por orden el rey Alfonso VI de León se inicia una repoblación en la que podrían haber participado familias sefardís, al menos así lo recoge Fray Luis Ariz en su Historia de las grandezas de la ciudad de Ávila.
En cualquier caso, la primera constancia documental de que existía una comunidad judía en Ávila se tiene en el año 1144 y, como suele ocurrir, es gracias a un documento relacionado con los impuestos, concretamente que Alfonso VII cede a la Catedral el diezmo de la renta anual de dicha comunidad judía. Años más tarde, en 1176 otro monarca, Alfonso VIII, cede a la ciudad un tercio de las rentas que él mismo recibía en concepto de portazgos y pechos, dos de los impuestos que se entregaban a la corona.
En el siglo XIII y en un ambiente de tolerancia surge en la ciudad la escuela talmúdica de Ávila, que sería un de las más importantes de Europa en los siguientes 200 años. En ella trabajó uno de los sefardís abulenses más importantes: Moshé bem Sem Tob de León (Moshé de León), vivió aproximadamente 11 años en la ciudad -entre 1295 y 1305, en una de las casas de Yuçaf de Ávila, uno de los personajes más influyentes de la comunidad- y fue allí donde escribió su obra más importante, el Sefer ha-Zohar o Libro del Esplendor, uno de los tres volúmenes que con el Talmud y la Biblia componen la trilogía de la mística cabalística.
Durante estos años Ávila tiene una de las aljamas más importantes de la península y, lo que es importante, sus ocupantes disfrutan de un trato que habitualmente es mejor que en otros lugares de España. De hecho, hay constancia documental de que muchas de las disposiciones discriminatorias que se dictaban no eran aplicadas en la ciudad.
Probablemente también es una muestra de ello la aparición de un personaje como Nissim ben Abraham, conocido como El Profeta de Ávila, autor del Libro de las maravillas de la sabiduría, y protagonista de un episodio llamativo, ya que se presentó a sí mismo como profeta y al parecer esperaba ser proclamado mesías del pueblo judío, pero en el momento en el que había predicho esa aparición mesiánica lo único que apareció en la sinagoga fueron unas cruces, lo que incluso causó algunas conversiones al cristianismo.
Sin embargo, en la segunda mitad del siglo XIV ese clima de convivencia va quebrándose, y si bien la Aljama de Ávila no se vio afectada por las matanzas que en 1391 se sufrieron en muchas otras ciudades de Castilla,
Durante el siglo XV la situación fue haciéndose más y más difícil para los sefardís en España, si bien en Ávila se lograban algunos privilegios con los se seguía salvaguardando cierto bienestar para la los judíos abulenses, como por ejemplo la Carta a favor de los judíos de Ávila, dictada por los Reyes Católicos, que se considera el primer caso de habeas corpus aplicado a una comunidad judía en toda Europa:
«Cada que ante Vos […] fuese dada querella de algund judío de esa dicha cibdad por qualquier persona […] de algund delito que digan aver cometido, no dades contra ellos mandamiento para que los prendan syn primeramente traer información sobreello según e como el derecho lo quiere el manda», decía el documento.
Del mismo modo, tan sólo siete años antes de la expulsión las ordenanzas municipales rechazaban cualquier discriminación, dictando disposiciones como que nadie debía entrar «a prender a los judíos en sus juderías […] aunque labren y fagan sus labores puertas abiertas en los días de Pascua e Domingos e Fiestas que son de guardar, ni en otras algunas aunque dentro de ellas anden sin señales, e quien lo contrario hiciere caya en la pena».
Sin embargo, en esos mismos últimos años el Concejo de la ciudad negó el título de vecinos a los judíos de Ávila y les obligó a concentrarse en un área concreta: cerca de la puerta de la Malaventura, en una zona que debió de ser considerablemente pequeña dada la gran cantidad de judíos que vivían en la ciudad.
La judería de Ávila
Pese a la riqueza de la que fue una de las aljamas más importantes de Castilla y a la abundancia de documentación sobre ella, muy poco se ha conservado de la huella judía en Ávila.
Se sabe, por ejemplo, que la ciudad contaba con varias sinagogas, una de las cuales -llamada de Belforad- estaba en la actual calle Reyes Católicos, en el solar de lo que hoy es la Capilla de Nuestra Señora de las Nieves. Junto a ella estaría la llamada Casa del Rabino, que actualmente es un pequeño hotel. Otra habría estado en la actual calle del Pocillo, en una casa baja que tiene un llamativo arco de ladrillo en su fachada, que proviene según algunos directamente del templo.
Una tercera, según algunos la sinagoga mayor, sería la llamada del Lomo, que estaba e la actual calle de Esteban Domingo, que acabaría en ruinas tras la expulsión y siendo donada al monasterio de Santa María de la Encarnación. E incluso habría una cuarta, de construcción muy tardía y que hoy sería la capilla de Mosén Rubí.
Otras zonas de la ciudad que recuerdan ese pasado sefardí son la Plaza del Mercado Chico, en la que los judíos participaban de los mercados; y calles como Vallespín o la llamada hoy en día de los Reyes Católicos -en lo que es en cierto sentido una ironía de la historia- que estaba llena de comercios judíos y era una de las que mayor concentración de vecinos hebreos tenía en toda la ciudad.
También se puede visitar la puerta de la Malaventura, en la zona en la que los judíos fueron confinados en los últimos años en la ciudad. De hecho, según algunos ese nombre haría referencia precisamente a los sefardíes que partieron por ella al exilio. Hoy, cerca de esa misma puerta, un bonito jardín recuerda a Moshé de León.
Los arrabales de San Segundo y del Puente fueron desde la Edad Media barrios dedicados a la industria en los que los judíos se dedicaban especialmente a las labores relacionadas con el trabajo del cuero y a la confección textil. Testimonio de la industria del cuero son las Tenerías de San Segundo, en las proximidades de la Ermita de San Segundo, y que se debieron de abandonar hacia el siglo XVII. Su estado de conservación es muy bueno ya que se documenta prácticamente todo el proceso de fabricación del curtido fundamentalmente de pieles. Estas tenerías se encuentran actualmente en proceso de excavación y acondicionamiento para la visita pública.
Ruta por la Judería de Ávila
La muralla rodea con su abrazo de piedras milenarias la ciudad. Ella es la guardiana de sus misterios y secretos. Sobre sus almenas pasea la memoria de los judíos que la poblaron. Tierra de cabalistas, místicos y filósofos. Ávila es como su fortaleza: imponente y profunda.
Diario de Viaje
Un grupo de destacados periodistas de viaje españoles ha recorrido las ciudades de la Red de Juderías de España, siguiendo su herencia judía y descubriendo una experiencia de viaje intensa y llena de momentos y sensaciones. El fruto de aquellos viajes son sus Diarios de Viaje, reportajes de gran valor literario y gráfico que aúnan la experiencia personal de cada autor con la información más práctica para el viajero, y que se convierten, así, en excelentes formatos de inspiración para todos aquellos viajeros que quieran, como estos periodistas, sentir y descubrir Sefarad.