Aunque ya había establecimientos de población anteriores, Ribadavia nace tal y como la conocemos hoy en día en el siglo XI y cobra importancia, sobre todo, a partir de 1065, cuando el rey García la elige como capital durante su breve reinado en Galicia. Se cree que fue entonces cuando llegaron los primeros judíos a la villa, atraídos por las posibilidades que ofrecía la corte y por la expansión que vivió la ciudad en esos años.

Ya un siglo después, pese a que había pasado mucho de su capitalidad, Ribadavia crece con fuerza no por motivos políticos sino comerciales y religiosos: aparecen a su alrededor monasterios importantes como los de Melón y San Clodio, y además empieza a generarse un comercio notable alrededor del comercio del vino de ribeiro, que se vende ya por todo el norte de España. En ese entorno de prosperidad comercial es seguro que la comunidad judía creció y aprovechó las posibilidades comerciales, pero poco sabemos de ella.

De hecho, la primera mención escrita a los judíos de Ribadavia llega de una fuente sorprendente: las Crónicas de Froissart sobre la Guerra de los Cien Años, que describen el desembarco en Galicia, en 1386, de un ejército inglés comandado por el Duque de Lancaster que saqueó varias ciudades, entre las que se encontraba Ribadavia, donde el texto comenta que cristianos y judíos combatieron juntos y que, una vez vencidos, se obtuvo un gran botín, especialmente «en las casas de los judíos». La Crónica, además, hace una estimación de la población hebrea de Ribadavia, que cifra en unas 1.500 personas, un número a todas luces excesivo.

Durante el siglo XV hay algunas menciones documentales más sobre la comunidad judía en la villa. Se sabe, por ejemplo, que durante la segunda mitad de esa centuria hubo una presencia permanente, pero bastante reducida: trece familias en 1464, siete una década más tarde, once en 1479… A estas cifras hay que añadir personas que no tributaban en Ribadavia pero sí residían allí. En cualquier caso vemos que se trata de comunidades pequeñas, en la línea de la mayor parte de las juderías de Galicia.

Además de a las habituales actividades comerciales y a los oficios artesanales, los sefardíes de Ribadavia están vinculados en múltiples ocasiones a las actividades y los intereses en la zona de nobles y monarcas. Un ejemplo de esto es Abraham de León, que fue recaudador real de la alcabalas -un importante impuesto- del vino, ejerciendo tanto en Orense como en la propia villa, a la que se trasladó entre 1438 y 1444. En Ribadavia fue recaudador y hombre de confianza de Diego Pérez Sarmiento, señor de la villa y adelantado de Galicia. No es el único nombre que encontramos: con Bernardino Pérez Sarmiento, primer conde de Ribadavia, trabajó como mayordomo Judá Pérez, del que se sabe que después se convirtió al cristianismo llamándose Luis Alonso.

Un camino por el que caminaron otros muchos en la villa: tras el edicto de expulsión muchos sefardíes de Ribadavia se convirtieron al cristianismo, aunque se sabe que algunos siguieron manteniendo el culto judío en secreto o, al menos, eso indican los procesos inquisitoriales que se realizan incluso más de un siglo después. Por ejemplo, en 1606, en una investigación que se inició cuando un converso, Xerónimo Bautista de Mena, entrega al Santo Oficio una lista de 200 personas de Ribadavia que según él seguían practicando ritos judíos en secreto. Entre los nombres en la lista estaban su propia madre, sus hermanos y sus cuñados. El denunciante apareció asesinado ese mismo año sin que nunca se encontrase a los asesinos; muchos de los denunciados huyeron antes de ser detenidos, pero aún así en 1608 se celebraba un auto de fe en Santiago con 28 acusados.

La judería de Ribadavia

Para visitar la judería de Ribadavia lo mejor es empezar por el Centro de Información Judía de Galicia, que se encuentra en el Pazo de los Condes de Ribadavia, un hermoso edificio de los siglos XVII y XVIII en plena Plaza Mayor. El centro ofrece abundante información sobre la historia de las comunidades judías en toda Galicia, tanto antes como después de 1492, con especial mención a los procesos inquisitoriales que sufrieron. Precisamente, uno de los lugares relacionados con el pasado judío de la ciudad que se pueden ver es la Casa de la Inquisición, en la esquina de la calle Jerusalén con la de San Martiño. Se trata de un hermoso palacio fortificado que cuenta con un bello patio renacentista en su interior.

Muy cerca está la judería propiamente dicha, que se extendía desde la Plaza Mayor a la muralla medieval. Podemos adentrarnos en la que hasta 1492 fue la Rúa de Xudería y después pasó a llamarse de la Cruz, tal y como ocurrió en muchas calles de barrios sefardíes. Hoy, es la rúa Merelles Caula, pero durante siglos siguió añadiendo al nombre que tuviese en cada momento la mención a ese pasado judío. Esta calle, que guarda un inconfundible aspecto medieval, fue el centro de la judería y en ella se sabe que había una sinagoga, si bien los autores discrepan sobre su ubicación exacta: unos la sitúan en la esquina con la calle San Martiño y otros en lo que hoy es la Plaza de la Magdalena.

Desde esta plaza, siguiendo la Rúa da Porta Nova de Abaixo, llegaremos a la esa puerta que está considerada el límite del barrio judío. Es una de las cinco entradas originales de la que se conservan de una muralla que empezó a construirse en el siglo XII y que se demolió en su mayor parte en 1832. Por último, el viajero puede, y casi diríamos que debe, pasarse por la Tahona de Herminia, una tienda-museo que se ha convertido en un imprescindible de la ciudad y en la que la propia Herminia sigue haciendo dulces según viejas recetas sefardíes. Un placer al que no podrán negarse.

Ruta por la Judería de Ribadavia

La judería de Ribadavia es como sus vinos: noble, fuerte y con una fuerza emotiva tradicional que se manifiesta en el corazón de sus pobladores. Fiestas que recuerdan a una boda judía, se celebran anualmente en la ciudad. El cálido aroma de los dulces sefardíes impregna con su dulzura su calles y rincones.

Diario de Viaje

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