La primera referencia concreta a una comunidad sefardí en Jaén se remonta nada más y nada menos que a los primeros años del siglo VII: en 612 el rey visigodo Sidebuto prohibió por ley que los judíos de la ciudad tuviesen esclavos cristianos. Es obvio que una referencia legal de este tipo sólo se explica si existe una comunidad importante, por lo que cabe pensar que esta se habría establecido en la ciudad ya en época romana.

En cualquier caso, la citada ley también es un ejemplo de que la España visigótica no fue un entorno muy positivo para los judíos, que por el contrario sí recibieron de forma positiva la dominación musulmana, que en Jaén como en otras aljamas supuso el inicio de un periodo de prosperidad. Así, ya en el Jaén del siglo IX se sabe que la comunidad judía contaba con una sinagoga y también con una yeshivá, es decir una escuela en la que se estudiaban y enseñaban la Torá y el Talmud.

También se cree que uno de los cuatro baños públicos que tenía la ciudad a finales del siglo IX -descritos por el geógrafo Abd al-Nūr Al-Himyari- era propiedad de judíos o destinado a judíos, ya que se llamaba Hammam Ibn Ishaq, el Baño de Ben Isaac.

El siglo X debió de suponer una época de bonanza en la aljama jienense, y de hecho en esa época nace en la ciudad un personaje tan importante como Hasday ibn Shaprut, médico, ministro de finanzas del califato, diplomático, mecenas y uno de los hombres de confianza de los califas Abderramán III y Al-Hakem II. Ibn Shaprut fue nombrado nasir, es decir, jefe de todas las comunidades judías dentro del califato.

Sin embargo, tal y como ocurrió en otras juderías de Al Andalus, el siglo XI supone un cambio en la suerte de la aljama de Jaén: con la disgregación del califato la ciudad forma parte del reino ziri de Granada y la sociedad se convulsiona. Así, en 1066 los sefardíes jienenses sufren un primer episodio dramático cuando el gobernador de la ciudad permite al hijo del rey saquear la judería.

Sólo unos años más tarde, en 1090, la llegada de los almorávides acaba con la tolerancia religiosa anterior y obliga a una parte importante de los judíos en Al Andalus a buscar refugio en los reinos cristianos del norte. Posteriormente, ya a mediados del siglo XII una segunda invasión aún más radical, la de los almohades, arrasa y vacía lo que quedaba de todas las juderías andaluzas.

Esto fue también lo que ocurrió en la de Jaén, que sólo vuelve a existir con la reconquista cristiana de la ciudad, en 1246, llevada a cabo por Fernando III, un rey que mostró gran tolerancia a los judíos. Aunque aún no hay seguridad total al respecto, se cree que, al regresar a la ciudad, los judíos ocuparon la misma judería en la que habían residido antes de la conquista almohade. De lo que sí se tiene constancia es de que la judería cobró prosperidad con rapidez y tenía la consideración de aljama, es decir, contaba con todos los elementos propios de una comunidad judía, incluidos tribunales, y un cierto nivel de autonomía.

La aljama jienense sigue creciendo durante la segunda mitad del siglo XIII, favorecida por la buena situación económica y por el clima de relativa tolerancia. Como en otras juderías de la España medieval, sus ocupante eran médicos, artesanos, mercaderes, prestamistas y también se dedicaban a recaudar las rentas reales. La prueba de esta buena salud económica la podemos confirmar en 1290, año en el que se tiene noticia de que pagó 25.000 maravedíes en diezmos a la iglesia, una cantidad similar a la pagada por la de Córdoba.

Sin embargo, ya en el siglo XIV la convivencia va deteriorándose y empezamos a asistir a episodios difíciles, por ejemplo lo ocurrido en 1368 en el marco de la guerra entre Enrique II y Pedro I, aprovechada por las tropas nazaríes de Granada -aliados de este último- para entrar en la ciudad y hacer prisioneros a 300 padres de familia judíos. A partir de esa época se inician las predicaciones antijudías de Ferrán Martínez, que acaban desembocado en los ataques de 1391, que también tuvieron lugar en Jaén, donde se producen asesinatos, conversiones forzosas y la sinagoga acaba convertida en la iglesia de la Santa Cruz.

Durante el siglo XV las persecuciones no se dirigieron ya no sólo contra los judíos, la mayoría de los cuales había sido asesinado, forzado a la conversión o había huido a otras zonas del reino, sino también contra los conversos, que por ejemplo sufrieron otro episodio de violencia en 1473, tras el asesinato del condestable Iranzo, que era gobernador de la ciudad y protegía a los sefardíes. En 1483 Jaén es la tercera ciudad en la que se establece la Inquisición, lo que nos da una idea de que había muchos conversos. En 1492 la judería deja de existir tras el decreto de expulsión.

La judería de Jaén

La antigua judería de Jaén se encontraba entre lo que hoy son las calles Martínez Molina y Huertas del casco viejo de la ciudad, un entramado de pequeñas callejuelas estrechas con todo el encanto de un barrio medieval y que, de hecho, mantienen el trazado de lo que fue la aljama. En el interior de la zona encontramos algunos puntos interesantes, como el Monasterio de Santa Clara, donde estaba la sinagoga que luego fue iglesia de la Santa Cruz, de la que aún se conserva un muro como único vestigio. También encontramos otro peculiar templo: la Santa Capilla de San Andrés, con un estilo arquitectónico y una estructura que nos remiten a un probable uso anterior como sinagoga, aunque esto aún sea objeto de debate entre los expertos. En cualquier caso, se trata de una pequeña joya que con sus bellísimos arcos recuerda a antiguas sinagogas como Santa María la Blanca, en Toledo.

En uno de los extremos del barrio, junto a los restos de lo que era Puerta de Baeza de las murallas -la que daba entrada a la judería- una gran menorá rinde homenaje «a las familias españolas de la diáspora sefardí». El viajero curioso debe visitar también los baños árabes, restaurados a finales del siglo pasado y probablemente muy similares a aquellos baños de Ben Isaac de los que hemos hablado. Por último, no puede dejar de visitar el friso gótico que recorre el muro este de la catedral de Jaén, donde está la popular estatua de La Mona, y que más allá de esta enigmática figura según los especialistas es todo un discurso iconográfico para atacar al pueblo judío y prevenir a cristianos y conversos de judaizar.

Ruta por la Judería de Jaén

Hay en Jaén misterio, leyenda y memoria viva. Allí vivieron los judíos durante más de doce siglos. Allí soñaron y rieron; crecieron y estudiaron. Allí el gran Hasday Ibn Shaprut dejó al mundo entero su extraordinario legado.

Diario de Viaje

Un grupo de destacados periodistas de viaje españoles ha recorrido las ciudades de la Red de Juderías de España, siguiendo su herencia judía y descubriendo una experiencia de viaje intensa y llena de momentos y sensaciones. El fruto de aquellos viajes son sus Diarios de Viaje, reportajes de gran valor literario y gráfico que aúnan la experiencia personal de cada autor con la información más práctica para el viajero, y que se convierten, así, en excelentes formatos de inspiración para todos aquellos viajeros que quieran, como estos periodistas, sentir y descubrir Sefarad.